La importancia de la planificación como herramienta de profesionalización docente y de enriquecimiento institucional.
Vale la pena partir de la idea del docente como un profesional que debe saber para poder enseñar, conocer para poder elegir, reflexionar para poder decidir.
Los profesionales de la educación, como todos los especialistas en determinadas profesiones y áreas, deben formarse y capacitarse para desarrollar sus actividades desde la toma de decisiones pensadas, fundamentadas y evaluadas; esto se realiza en estrecha relación con los fundamentos teóricos que sostienen las tareas y con la práctica concreta en la cual se ponen en juego estos fundamentos e ideas.
Pensar la planificación como un instrumento que permite revitalizar la tarea docente y enriquecer a las instituciones forma parte de considerar que la profesionalización se vincula, entre otras cosas, con el reflexionar y anticipar las acciones a realizar. Improvisar implica actuar rápidamente sin posibilidades de pensar y repensar las mejores ideas y formas de concretarlas. Contrariamente, diseñar las acciones en un tiempo y espacio organizado para buscar y prever lo considerado posible y acorde, posibilita la toma de decisiones consideradas óptimas en el momento de realizar las elecciones. Éstas serán, obviamente, revisadas, modificadas y retroalimentadas en el devenir cotidiano, pero partiendo de las decisiones pensadas y fundamentadas, lo cual, sin lugar a dudas, es parte de la profesionalización docente.
Ahora bien, esta profesionalización pierde su sentido si se pone en juego como una acción individual desconectada de las acciones institucionales. Las instancias de planificación y diseño deben posibilitar el intercambio entre los docentes y con los equipos directivos que coordinan las diversas acciones. De este modo es posible enriquecerse y recrear las propias ideas en interacción con las de los demás, reconocidas como otras posibilidades. Valorar el trabajo en equipo como un insumo para las propias decisiones y como potenciador de la propia tarea significa priorizar el interjuego para dar lugar a alternativas diversas.
Por otra parte, la coherencia de las acciones al interior de la escuela -siempre desde el respeto por las peculiaridades- le imprime al proyecto institucional la esencia de la tarea diseñada por todos los actores. Esto es posible cuando se cuenta con espacios para discutir y pensar conjuntamente, a fin de que todos se sientan parte de las elecciones y decisiones, que deben ser lo suficientemente amplias para darle cabida a lo particular y a las diversas opciones de contextualización.
Los equipos directivos son los que pueden favorecer la articulación que presenta esta doble instancia de coordinación y diferenciación. Esto sólo es factible cuando se trabaja desde una comunicación abierta y desde la mirada democrática sobre las instancias cotidianas y la toma de decisiones fundantes del proyecto, que se pone en juego en cada una de las acciones y decisiones escolares.
Ser parte activa de la vida escolar implica una construcción de códigos compartidos y respetuosos de la diversidad. Se trata de una tarea compleja, pero que vale la pena, porque imprime coherencia e identidad a la vida escolar, y especialmente porque la conforma como una tarea profesional, pensada y no librada al azar. ¿No es ésta una de las “luchas” del Nivel Inicial para reconocerse y ser reconocido como un espacio educativo con identidad propia y valor en sí mismo?
Entonces, también vale la pena retomar la sensación de que aún es posible, de que todavía se pueden buscar nuevos caminos y sostener los sueños.
Vale la pena intentar reconstruir este mundo recreando nuevas utopías que abran las puertas a una vida plena de sentidos y a escuelas colmadas de proyectos democráticos e ideas con significados verdaderos.
“El destino reservado a los niños depende de la actitud de los adultos”. (Doltó, 1986)
LAURA PITLUK (La planificación didáctica en el Jardín de Infantes, 2008).